Antes se pilla a un científico mentiroso que a un estadístico cojo

Dirk Smeesters y Lawrence Sanna protagonizaron dos de los casos más sonados de fraude científico del pasado 2012. En un breve artículo que acaba de publicarse en Psychological Science, Uri Simonsohn nos revela cómo descubrió que estos dos autores se habían inventado datos, todo ello sin recurrir más que a un poco de estadística elemental y a una gran dosis de ingenio. Se trata en ambos casos de experimentos sobre el llamado priming social, un misterioso efecto investigado por psicólogos sociales según el cual comportamientos tan complejos como la conducta altruista o incluso el rendimiento en un test de cultura general pueden verse influidos por estímulos sutiles de cuyo efecto apenas somos conscientes (sic).

SannaEn el caso de Lawrence Sanna, el artículo crítico demostraba, presuntamente, que las personas eran más generosas cuando estaban sobre el escenario de un teatro, lo que sería compatible con la idea de que el comportamiento moral se asocia al concepto más abstracto de elevación (sic). Al ver la tabla de resultados que reproduzco aquí al lado, Simonsohn reparó en que algunos datos eran asombrosamente “bonitos”, imposiblemente “bonitos”. En concreto, dentro de cada experimento las desviaciones típicas (resaltadas aquí con cuadrados de colores) eran sorprendentemente similares. Mediante una sencilla simulación, Simonsohn comprobó que incluso asumiendo que las desviaciones típicas de cada grupo provinieran realmente de una población donde las desviaciones típicas son idénticas, la probabilidad de obtener tres muestras con desviaciones típicas tan cercanas es minúscula. Cuando Simonsohn pidió a los autores los datos originales del estudio, repitió sus simulaciones pero esta vez partiendo de los propios datos, mediante una técnica conocida como bootstrapping. Incluso así, la mayor parte de las simulaciones arrojaban desviaciones típicas más diferentes que las que se publicaron en el estudio de Sanna y colaboradores. Más aún, Simonsohn hizo mediciones similares en otros artículos del área, observando en cada caso cómo de diferentes tendían a ser las desviaciones típicas en las diferentes condiciones de este tipo de experimentos. Comparadas con las diferencias habituales, las que aparecen en los estudio de Sanna son insignificantes.

El segundo caso es una investigación similar de los datos de varios experimentos de Smeesters. En el primero de ellos “descubrieron” que los participantes rendían más en una prueba de cultura general si antes habían tenido que escribir sobre Einstein que si lo habían hecho sobre Kate Moss (sic). Pero (atención) ese efecto sólo aparecía si las instrucciones del experimento se daban en una carpeta azul (sic) y no si se daban en una carpeta roja (sic), porque (redoble de tambor) el rojo produce evitación y el azul produce aproximación (sicn). En el caso de este estudio eran las medias, y no las desviaciones típicas, las que se parecían demasiado. Tanto que las simulaciones basadas en los supuestos datos brutos del estudio arrojaban una probabilidad de entre 0.0003 y 0.00018 de obtener unas medias tan parecidas o más.

Indagando en los datos sobre otros estudios del mismo autor, Simonsohn descubrió más irregularidades de este tipo, algunas de ellas francamente ingeniosas. Una de ellas se basa en la observación de que las personas somos muy malas generando eventos aleatorios. Si nos piden que generemos secuencias de caras y cruces que podrían surgir de lanzar una moneda al aire, la mayor parte de las veces alternaremos entre caras y cruces y casi nunca propondremos una secuencia cara-cara-cara-cara. De hecho, predeciremos este tipo de repeticiones con mucha menos frecuencia de la que realmente suceden en la naturaleza. Siguiendo la misma lógica, si alguien se está inventando datos, es probable que los números que se le vienen a la cabeza incluyan menos repeticiones de las que cabría esperar por azar. Esto se cumple también en algunos de los experimentos de Smeesters, donde los valores modales del estudio se repiten tan poco que uno sólo esperaría menos repeticiones en entre 21 y 93 de cada 100.000 simulaciones. Tirando del mismo hilo, observó que en otro experimento en el que los participantes tenían que decir cuánto pagarían por unas camisetas, los participantes utilizaron menos múltiplos de 5 de lo que es normal en este tipo de estudios. Muchísimos menos. Menos también que cuando el propio Simonsohn intentó replicar el experimento original de Smeesters.

El resultado de esta peculiar operación anti-corrupción científica no es sólo que dos científicos nunca volverán a inventarse datos. Más importante que eso es que estas ideas se añaden al creciente número de estrategias con las que ahora podemos detectar casos similares de fraude. Cabe destacar también que este tipo de trampas son más fáciles de detectar si uno dispone del archivo de datos en el que se basa un estudio. Tal vez sea hora de plantearse si no deberíamos hacer públicos los datos de todas las publicaciones científicas.

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Simonsohn, U. (2012). Just post it: The lesson from two cases of fabricated data detected by statistics alone. Psychological Science, 24, 1875-1888. doi: 10.1177/0956797613480366

Los valores neoliberales corrompen hasta en la escuela

En una sociedad que valora más el éxito personal que el bien común y que antepone el poder a la justicia no debería sorprendernos que los casos de corrupción llenen los titulares de los periódicos. Algunos estudios sugieren que la motivación de logro y la motivación de poder son la cara individual de lo que a nivel colectivo llamamos capitalismo o economía de libre mercado. Según parece, el grado en el que la política de un país está comprometida con el neoliberalismo correlaciona significativamente la importancia que sus ciudadanos dan al éxito y al poder. Un estudio reciente que Pulfrey y Butera acaban de publicar en Psychological Science muestra que estos mismos valores son un excelente predictor de la predisposición de un estudiante a hacer trampas en la universidad.

El primer estudio de Pulfrey y Butera es un análisis correlacional de los factores motivacionales que llevan a los estudiantes a justificar que se hagan trampas. Los resultados de este estudio indican que la importancia que cada estudiante da al éxito, predice hasta qué punto su motivación para estudiar es que los demás tengan buena impresión de él. Esto, a su vez, predice hasta qué punto le importa destacar sobre el resto de estudiantes. Finalmente, este afán de distinguirse de los demás correlaciona positivamente con la predisposición a tolerar que se hagan trampas al realizar trabajos académicos o exámenes.

El segundo estudio añade una manipulación experimental que ilustra la importancia del contexto en este proceso. Antes de rellenar los cuestionarios, la mitad de los participantes contempló un breve discurso en el que un premio Nobel de economía destacaba la importancia de la ambición, la influencia y el reconocimiento social. La otra mitad veía un discurso centrado en la trascendencia personal, la responsabilidad y la sabiduría. Los resultados muestran que sólo en el primer grupo se mantuvo la correlación entre auto-engrandecimiento y tolerancia a las trampas. En otras palabras, las personas que más valoran el logro y el poder también son las que más toleran las trampas en la universidad, pero sólo en contextos en los que esos valores son alentados.

El tercer estudio tiene un interés especial porque se midió, no la tolerancia a las trampas, sino el grado real en el que los participantes falseaban un ejercicio académico. En este caso se pidió a los estudiantes que realizaran una simple tarea en la que tenían que copiar una serie de figuras geométricas sin levantar el lápiz del papel y sin repetir ninguna línea. Aunque todos los ejercicios se parecían superficialmente, algunos de ellos podían resolverse pero otros no tenían solución: era imposible dibujar la figura sin hacer trampas. Sin embargo, al terminar el experimento resultaba que algunos estudiantes habían sido capaces de “resolver” todos los problemas, incluso aquellos que no tenían solución. Llegados a este punto, a nadie sorprenderá que el número de problemas imposibles que cada participante resolvía (haciendo trampas) correlaciona con la importancia que ese estudiante daba al éxito y al poder.

Los estudiantes de hoy serán los políticos y economistas del mañana. Salvo que nos replanteemos qué valores queremos transmitir a nuestros hijos y alumnos, posiblemente el futuro se acabará pareciendo sorprendentemente al peor de los presentes.

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Pulfrey, C., & Butera, F. (in press). Why neoliberal values of self-enhancement lead to cheating in higher education: A motivational account. Psychological Science. doi: 10.1177/0956797613487221

In memoriam David Hubel

hubelDesde el pasado 22 de Septiembre el mundo de las neurociencias tendrá que seguir adelante sin una de sus figuras más célebres, David Hubel, que moría a los 87 años por una insuficiencia renal. Si alguna vez, cuando eras pequeño, has tenido que llevar un parche en el ojo, o si te han operado de estrabismo a una edad tan temprana que ya no lo recuerdas, tal vez conserves tu vista gracias a los famosos experimentos que el profesor de Harvard realizó junto a Torsten Wiesel. Gracias a ellos, conocemos la compleja estructura del córtex visual primario. Mediante ingeniosos experimentos con gatos, Hubel y Wiesel descubrieron que cada neurona del córtex visual responde a aspectos concretos de la estimulación visual. Algunas neuronas se disparan ante líneas con cierta inclinación, otras lo hacen ante combinaciones de líneas, y un tercer tipo de neuronas responde a líneas en movimiento. Todas ellas están organizadas en columnas alternas que responden a la información de un ojo u otro. En otra serie de experimentos, Hubel y Wiesel descubrieron que si se criaba a los gatitos con un ojo tapado, las columnas que se especializaban en el ojo descubierto se hiperdesarrollaban a costa de las columnas especializadas en el ojo tapado. Esto provocaba irremediablemente la ceguera del ojo tapado, salvo que se restableciera la visión de ese ojo antes de cierta edad. Pasará mucho tiempo antes de que estos experimentos clásicos dejen de aparecer en los primeros capítulos de los libros sobre atención y percepción. Tal vez nunca lo hagan.

Cómo hacer que tus experimentos molen

En el último número de Perspectives on Psychological Science, Kurt Gray y el celebérrimo Dan Wegner comparten con nosotros los seis ingredientes fundamentales de su receta para el éxito:

  1. Primero los fenómenos: La teoría está bien, pero cuando te sea posible, haz que tus investigaciones se basen en una experiencia humana profunda, universal y poderosa.
  2. Sé sorprendente: Investiga algo que desafíe el sentido común y la intuición, que muestre que las cosas no son lo que parecen.
  3. Dirígete a las abuelas, no a los científicos: Desafiar las ideas que interesan a tus colegas profesionales genera cierto éxito a corto plazo. Pero es más probable que tu investigación se mantenga vigente si cuestiona las intuiciones de la población general.
  4. Sé el participante: Haz que tu experimento sea una experiencia para tus participantes. No temas que el procedimiento sea estrambótico y excéntrico.
  5. Estadística sencilla: Si puedes analizar tus datos con una prueba t, no hagas un ANOVA. Si puedes hacer un ANOVA de un factor, no hagas un ANOVA factorial.
  6. Comienzos poderosos: El primer párrafo de tu artículo debería resumir toda la investigación haciendo énfasis en todo lo anterior: centrarse en una experiencia profunda, contra-intuitiva y fácil de entender.

Si estos consejos te parecen sacados de un libro de auto-ayuda para investigadores, en mi mesa siempre habrá un plato para ti. Seguir estas pautas tal vez te lleve a conseguir más citas en la Web of Science. De vez en cuando incluso puede que te llame alguien de tu periódico local para hacerte una entrevista. Pero mi humilde opinión es que esta filosofía conduce a publicar estudios que son a la verdadera ciencia lo que Operación Triunfo es a la música. Cuando el impacto y el sensacionalismo se hacen tan importantes o más que el rigor y la veracidad, inevitablemente sucede lo que en los últimos años le ha pasado a la psicología social. Ni más ni menos.

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Gray, K., & Wegner, D. M. (2013). Six guidelines for interesting research. Perspectives on Psychological Science, 8, 549-553. doi: 1177/1745691613497967.