Entrevista para El Mcguffin Educativo

Siempre me ha sorprendido que a los escépticos de nuestro país les preocupen tanto la homeopatía y las flores de Bach -que al fin y al cabo son libres de tomar o no- y sin embargo permanezcan indiferentes ante las prácticas pseudocientíficas a las que, lo quieran o no, someten a sus hijos en las escuelas. Es difícil encontrar una escuela donde no se utilicen los bits de inteligencia de Doman, basados en la idea de que con la estimulación adecuada, cualquier niño de menos de uno año de edad puede aprender a escribir, sumar y restar. Bajo el nombre de HERAT acaba de llegar a nuestro país un programa educativo que en el resto de los países se conoce como Brain Gym y se basa en ideas felices como que los niños aprenden mejor si beben seis vasos de agua al día (porque “la comida procesada no tiene agua”), o si se tocan los lóbulos de las orejas de cierta manera para favorecer la conexión de los hemisferios cerebrales a través del cuerpo calloso. No pasa nada si tu hijo tiene problemas de dislexia, autismo o TDAH –que por cierto, no existe– porque disponemos de sencillos métodos que curan todo esto y más a base de hacer ejercicios de percusión o escuchando música manipulada electrónicamente. Lógicamente, los cursillos donde se enseña esto hacen furor entre el profesorado. Los niños del siglo XXI ya no son introvertidos o extrovertidos; no se les dan bien o mal las matemáticas. Ahora son de hemisferio izquierdo o de hemisferio derecho; visuales, kinestésicos o auditivos; tienen inteligencias múltiples, cada uno las suyas. De hecho, los niños son ahora tan diferentes los unos de los otros que ya sólo tienen una cosa en común: Todos son genios. En fin. Entre tanta tontería sólo hay un puñado de valientes que se atreve a decirle al emperador que va desnudo. Y entre ellos, Albert Reverter brilla con luz propia. Así que cuando me preguntó si me dejaría entrevistar para su blog, El Mcguffin Educativo, la respuesta fue sencilla. El resultado, aquí.

La psicología a la escuela

Hubo un tiempo en el que los psicólogos quisieron cambiar el mundo empezando por las escuelas. Mientras William James escribía sus populares Talks to teachers, Binet desarrollaba el primer gran test de inteligencia y Lightner Witmer creaba la psicología clínica, no para tratar casos de ansiedad y depresión, como hoy la conocemos, sino para ayudar a los niños con problemas de aprendizaje. A manos de Thorndike y Dewey la ciencia de Wundt, la ciencia de la mente, el aprendizaje y la memoria estaba llamada a revolucionar la sociedad desde las aulas. Un siglo después el mundo ha cambiado mucho, sí, pero las escuelas no tanto. En algún momento se perdieron el ímpetu y el entusiasmo. Los psicólogos del aprendizaje, la memoria y el pensamiento, enfundados en sus batas blancas, olvidaron que había un mundo real más allá del laboratorio. Y si quedaban psicólogos que quisieran cambiar el mundo, ya no miraban a los pupitres como línea de salida. En pleno siglo XXI, la psicología no es a la educación lo que la biología es a la medicina. Continúa leyendo en Psicoteca