Cómo se mantiene el optimismo irrealista

Ser optimista es cansado. Ser irrealistamente optimista es muy cansado. Décadas de dinero atrás no impiden que cada año volvamos a comprar un nuevo décimo de lotería de Navidad y nos deleitemos imaginando qué haríamos si el gordo cayera en nuestras manos. Y afortunadamente ningún fracaso previo nos puede convencer de que el resultado de esta dieta será el mismo que el del todas las anteriores. Ser más optimista de lo que los hechos permiten supone hacer un esfuerzo constante por ignorar toda la información que te indica que estás equivocado.

Curiosamente, estos hechos cotidianos son difíciles de reconciliar con las principales teorías del aprendizaje que se manejan en la psicología actual. Casi todas ellas asumen que el motor del aprendizaje son los errores de predicción: esperamos que algo suceda, ese algo no sucede, consecuentemente modificamos nuestras creencias para rebajar nuestras expectativas en el futuro y cometer así un error menor. Si es así como vamos afinando nuestro conocimiento del entorno, ¿cómo es posible que haya creencias que se mantengan permanentemente a pesar de los errores de predicción que producen?

Un estudio reciente de Tali Sharot, Christoph Korn y Raymond Dolan (2011) nos proporciona algunas claves. En su experimento, los participantes tenían que evaluar cuál era la probabilidad de que a lo largo de su vida padecieran infortunios como tener cáncer, sufrir un accidente de coche o divorciarse. Inmediatamente después de cada respuesta, a los participantes se les decía cuál era de hecho la probabilidad de que le sucedieran esas desgracias a una persona tomada al azar. Todas estas preguntas se repetían en una segunda fase del estudio y los participantes tenían que volver a hacer sus estimaciones. El resultado más interesante es que estas segundas respuestas se ajustaban más a la realidad que las primeras… pero sólo cuando las expectativas iniciales de los participantes habían sido más pesimistas que el feedback que se les había dado después.

Imagina, por ejemplo, que alguien había estimado que su probabilidad de sufrir un cáncer de pulmón era de un 30%. Si a este participante le decían que la probabilidad real de sufrir cáncer de pulmón era de un 10%, entonces la siguiente vez que aparecía la pregunta el participante daba un juicio inferior al 30% inicial. Sin embargo, si se le decía que la probabilidad real de sufrir cáncer de pulmón era de un 50%, su estimación posterior apenas se veía influida por esta información. En otras palabras, sí que ajustamos nuestras expectativas cuando cometemos errores, pero sólo cuando ese ajuste favorece el optimismo.

Más interesante aún. El grado en que la información negativa afectaba o no a los juicios posteriores correlacionaba con la activación de un área cerebral, la circunvolución frontal inferior. Y el grado en que dicha circunvolución se activaba ante la información negativa correlacionaba con el optimismo rasgo (medido mediante un cuestionario independiente que los participantes rellenaban al final del experimento).

Los resultados de este estudio sugieren que para explicar cómo se mantiene el optimismo irrealista, los modelos de aprendizaje tienen que asumir que el impacto de los errores de predicción no es independiente del valor afectivo de esos errores. Los errores “pesimistas” se corrigen más que los “optimistas”. Más aún, nos indica qué zonas cerebrales pueden estar involucradas en este proceso y cómo la mayor o menor activación de esas zonas ante la información negativa se relaciona con características de personalidad relativamente estables. ¡Y todo ello en apenas cinco hojas!

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Sharot, T., Korn, C. W., & Dolan, R. J. (2011). How unrealistic optimism is maintained in the face of reality. Nature Neuroscience, 14, 1474-1479. doi: 10.1038/nn.2949

2 thoughts on “Cómo se mantiene el optimismo irrealista

  1. Muy buen post, Miguel! Ahora quizás cabría preguntarse (si es que no se ha resuelto ya): ¿corregirían los depresivos sus creencias erroneas en sentido excesivamente negativo de igual modo que los no depresivos??

  2. Pues no sería raro. Con la muestra que tienen ellos no pueden saberlo (creo) porque los “pesimistas” de su estudio no son población clínica ni les pasan un cuestionario de depresión. Pero encajaría con otros estudios sobre depresión. Los experimentos de realismo depresivo suelen mostrar que las personas depresivas no tienen sesgos en su percepción de la realidad. Pero por lo visto hay otros estudios (que citan en este paper) que muestran que los depresivos clínicos sí que tienen sesgos negativos, es decir, perciben la realidad peor de lo que es (serían sólo los depresivos moderados los que son “realistas”). Desde ese punto de vista, lo que sugieres suena bastante probable, verdad?

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