Hans Eysenck, uno de los grandes psicólogos del siglo XX, escribió una vez que es poco probable que haya ninguna materia en la que la ratio entre sentido y sinsentido sea menor que en las cuestiones psicológicas. Es una lástima que medio siglo después de que escribiera aquellas palabras, la afirmación apenas haya perdido vigencia. Afortunadamente, son cada vez más los académicos que se preocupan por poner remedio a esta situación, ayudando a depurar la psicología de mitos sin fundamento alguno y haciendo un esfuerzo por transmitir esta actitud crítica a la población general y a los futuros psicólogos. Entre los varios libros que se han publicado recientemente dentro de esta tendencia, brilla con luz propia el publicado por Scott Lilienfeld, Steven Jay Lynn, John Ruscio y Barry Beyerstein bajo el título 50 mitos de la psicología popular: Las ideas falsas más comunes sobre la conducta humana. Sus páginas abordan algunos de los mitos más esotéricos y descarados, como la idea de que sólo usamos el 10% del cerebro, que escuchar música de Mozart nos hace más inteligentes o que la hipnosis es un método fiable para recuperar recuerdos. Pero también se desmontan creencias erróneas que tal vez por parecer más plausibles han cuajado en nuestro imaginario popular. Por ejemplo, en educación ha ganado crédito la idea de que existen varios estilos de aprendizaje claramente diferenciables y que la docencia es mejor cuando se ajusta al estilo de cada niño. Suena razonable. Pero la evidencia disponible muestra que los programas docentes que se basan en esta idea no funcionan mejor, ni hay tampoco evidencia de que las clasificaciones de estilos de aprendizaje que se manejan tengan validez alguna. Son muchas las ideas como ésta que el boca a boca y los medios de comunicación nos han vendido como ciertas y que ingenuamente nos hemos lanzado a aplicar al mundo educativo y sanitario sin cuestionar antes su veracidad. Si la credulidad fuera una enfermedad, el libro de Lilienfeld, Lynn, Ruscio y Beyerstein sería una excelente vacuna.