Hay turistas que cuando visitan una ciudad por primera vez no se conforman con entrar en el museo o sacarse fotos en los lugares más famosos, sino que intentan mezclarse con la gente del lugar en busca de los rincones menos transitados que conservan un encanto más genuino. Para quienes desean viajar por la historia de la psicología de esta manera, Gilbert Ryle es parada obligatoria. Su nombre no aparece en los grandes manuales de psicología. Sólo así se explica que pudiera comprar su genial The concept of mind por apenas dos libras en un mercadillo de Londres. Pero basta recordar que el filósofo de Oxford fue el director de tesis de un joven Daniel Dennett para empezar a sospechar que no hablamos de un personaje cualquiera.
Su libro es un ataque frontal a lo que él denomina el “mito de Descartes”, a cuya descripción dedica las primeras páginas. Se trata de la idea de que los seres humanos se componen de un cuerpo y un alma, ambos de naturaleza radicalmente diferente y hasta cierto punto independiente. La mente se convierte así en una suerte de “fantasma en la máquina”, una entidad misteriosa y enigmática diferente del cuerpo mecánico que habita, pero unida íntimamente a él. Toda la filosofía y la psicología modernas están profundamente contaminadas por esta visión errónea, dice Ryle, del ser humano.
Para Ryle, contraponer cuerpo y mente implica caer en un grave error categorial. Se trata del tipo de error que uno comete cuando trata como equivalentes conceptos con propiedades lógicas diferentes. Para explicarnos en qué consiste un error categorial, nos invita a pensar en una persona que viaja hasta Oxford a visitar a un amigo y le pide que le enseñe la universidad. El amigo le lleva a la biblioteca, le presenta a los profesores y a los alumnos, le acompaña por los jardines y le enseña los laboratorios y las aulas. Cuando el día termina, el viajero se vuelve a su amigo y le dice: “Todos los edificios que hemos visto son preciosos, pero ¿cuándo veremos la universidad?”. El error de nuestro personaje reside en no darse cuenta de que la universidad no es un edificio más, sino que es una entidad más abstracta que engloba todos los edificios y a las personas que han visto durante el día. Lo mismo le sucede a quien asiste a un desfile militar y tras ver a la infantería y a la caballería se pregunta cuándo pasará el ejército; o a quien asiste a un partido de cricket y ve a los jugadores y el campo, pero busca en vano el espíritu de equipo.
Decir que una persona es un cuerpo y una mente es tan extraño como decir que uno ha visitado una universidad y su biblioteca o que ha conocido a un equipo de fútbol y a sus jugadores. A lo largo de El concepto de lo mental, Ryle va analizando meticulosamente el significado de las palabras que utilizamos para describir la actividad de la mente. Pensamiento, emociones, inteligencia… Todos ellos se refieren a procesos que a menudo se entienden como causas internas de la conducta observable. Sin embargo, este uso de los términos nos lleva a caer en errores lógicos.
Cuando alguien grita a otra persona, decimos que lo hace porque está enfadado y nos contentamos con esta explicación. Pero según Ryle, se trata de una explicación muy peculiar. Cuando decimos que alguien grita porque está enfadado, no se trata del mismo tipo de explicación que cuando decimos que un cristal se ha roto porque lo ha golpeado una piedra. Se trata más bien del tipo de afirmación que hacemos cuando decimos que el cristal se rompió porque era frágil. Se trata de una explicación, sí. Pero es una explicación muy diferente de la primera. Explica por qué se rompió el cristal pero no mediante un relato mecánico de los procesos que condujeron a ello, sino llamando la atención sobre el hecho de que los cristales se rompen con facilidad. De la misma forma, sabemos que alguien está enfadado porque hace cosas como gritar. Luego, decir que grita porque está enfadado no nos ofrece una explicación causal. Casi podríamos decir que se trata de una explicación circular: sabemos que está enfadado porque grita y explicamos que grite diciendo que está enfadado.
Aunque no oculta su simpatía por cierto tipo de conductismo, Ryle en ningún momento afirma que no existan los procesos mentales o que no puedan ser útiles para entender la conducta. Se limita a llamar la atención de que la mayor parte de nuestros conceptos “mentales” son en realidad etiquetas que utilizamos para categorizar diferentes tipos de conducta. No podemos utilizar esas etiquetas para explicar la conducta, porque son descripciones de la propia conducta.
Me ha gustado mucho el resumen del argumento de Ryle.
Pero sí me llama la atención el matiz del último párrafo:
“Ryle en ningún momento afirma que no existan los procesos mentales o que no puedan ser útiles para entender la conducta.”
siguiendo la misma tesis de Ryle ¿cómo se podría distinguir entre conceptos mentales que surgen de la descripción de conductas (y que por lo tanto son circulares e inútiles en una explicación científica) de aquellos conceptos mentales que “podrían existir” o “podrían ser útiles para explicar la conducta”? Confieso que no conozco a Ryle con profundidad, pero hasta donde he leído no veo que en sus planteamientos haya forma de hacer esa distinción. Tal vez si tú lo tienes más fresco me puedas sacar del error.
Saludos
Hola Jesús! Muchas gracias por tu comentario! Me temo que yo me quedo con la misma sensación. Me da la impresión de que a Gilbert Ryle no le incomodaría dar un paso más y afirmar que todos los términos “mentales” que utilizamos en la vida cotidiana son descripciones de la conducta. Pero supongo que o bien no quería ser polémico o bien no quiere meterse en metafísica y prefiere quedarse en el terreno más cómodo de la lógica y del lenguaje. Lo cierto es que tampoco conozco lo suficiente a Ryle como para poder juzgar esto. Estaría bien contar con la opinión de algún experto.
Gran aporte. Excelente discursó. Fantástica discusión. Cobarde conclusión. Que pena que tras tan coherente razonamiento el mismo no se lo acabase creyendo y se saliera por la tangente… Cachis!!!
Hola Lorca! Bueno, mi sensación es que este hombre no es que no quisiera ser más atrevido, sino que posiblemente no le tocaba a él como filósofo juzgar si los conceptos mentales deben tener un lugar o no en la psicología científica. Son los propios psicólogos quienes tienen que determinar si hay conceptos mentales que sean algo más que una redescripción de la propia conducta. De hecho, es sorprendente que Ryle a penas se mete en el terreno de la psicología científica hasta las últimas páginas del libro. Muchas gracias por tu comentario!
Hola Miguel, gracias a tu comentario he desempolvado una versión de “El concepto de lo mental” que en su día saqué de la difunta (creo) Gigapedia, y al que no había hecho mucho caso.
No sé si Ryle llega a decir de forma literal que todos los conceptos mentales son inútiles, pero lo cierto es que viendo el índice, aborda un conjunto muy amplio (p. ej. Saber, inteligencia, voluntad, emotividad, motivación, estados de ánimo, sentimientos, disposiciones, conciencia…). A lo mejor no lo dice, pero quizás lo pensaba.
Por otra parte, siendo la obra de 1948, no me extraña que no terminase de adherirse al conductismo, porque en aquel momento el conductismo metodológico estaba haciendo todo lo contrario, es decir, trataba de dar carta de naturaleza científica a muchos conceptos mentalistas como el impulso de Hull o el propósito de Tolman.
De nuevo sin conocerlo en profundidad, sí me parece que es un complemento interesante a Ryle las Investigaciones filosóficas de Wittgenstein (1953), donde sí afirma que desde un punto de vista lógico no es concebible un repertorio de autodescripción que parta de algo absolutamente privado (o mental).
Gracias de nuevo por tratar este tema tan interesante
Bueno, lo cierto es que cuando buscas a Ryle en los pocos libros de historia de la psicología que lo mencionan, como por ejemplo el manual de Leahey, lo incluyen como justificación filosófica del conductismo metodológico, exactamente como tú mencionas. Pero en el libro me ha dado la sensación de que Ryle se cuida mucho de no meterse en psicología. Salvo en el capítulo final, que probablemente encontrarás muy interesante. Tomo nota de la relación con Wittgenstein. Podría dar para otro post! ;)
Gracias Miguel, aprovecharé para echar un vistazo a ese último capítulo que me recomiendas y estaré pendiente si escribes algo sobre Wittgenstein.
Un saludo.
Gracias por tus aclaraciones, e interesante debate, lo digo en serio. Es cierto que puede que no le correspondiera a él llegar a ese tipo de conclusiones o, como comentáis, sea fruto de su “contexto” académico” pero reconocerme que hubiera sido un placer haberle escuchado decirlo :) Es como un “coito interruptus” y eso cabrea!!! jajajaj
En cuanto al post, Vadillo, como siempre, es un place leerte
Gracias a ti, Lorca! Así da gusto :-) Sí que da la sensación de que se queda a medias, es cierto…
Perdon por la intromision: veo por vuestros comentarios que hablais a un nivel al cual puedo seguir con dificultad.Simplemente soy médico y lectora insaciable, tambien he leido a Wittgenstein.El haber entrado en el foro simplemente traduce mi asombro ante el libro, o mas bien el autor de quien hablamos.Creo que era Borjes, quien decia que le producia malestar leer muchas páginas cuando lo que se pretendia decir se encerraba en algunas frases.Y esto me ha pasado con el autor en cuestion.Me parece farragoso aunque su tesis pueda ser válida.Sobran descripciones repetidas casi en cada capítulo.máxime cuando parece dirigido a un selecto grupo .
Interesante tema. Me lleva a investigar màs la postura cognoscitivista. Gracias Miguel