El extremismo político y la ilusión de entender

Si miramos a nuestro alrededor, nuestros ojos toparán inevitablemente con una miríada de aparatos de cuyo funcionamiento lo ignoramos casi todo. ¿Cómo funciona el monitor TFT en el que probablemente estás leyendo estas palabras? ¿Y el protocolo TCP/IP que te permite acceder a esta información en Internet? ¿En caso de avería, quién se atrevería a arreglar una aspiradora, una batidora o una caldera de gas? En un mundo complejo, lo normal es ser ignorante y no hay razón para avergonzarse de ello.

Lo más sorprendente no es nuestra ignorancia, sino nuestra proverbial incapacidad para reconocerla. Durante la última década han proliferado todo tipo de estudios sobre lo que los psicólogos llaman “ilusión de comprensión”. En la mayor parte de estos experimentos se pone de manifiesto que casi todos sobrestimamos nuestros conocimientos sobre cómo funcionan objetos cotidianos, como cerraduras o cisternas.

Posiblemente el mundo puede seguir girando a pesar de que seamos incapaces de reconocer que no sabemos cómo funciona un candado. Pero cabe preguntarse si nuestra secreta ignorancia sobre temas de más calado no llegará a pasarnos factura. Vivimos rodeados de personas que creen saberlo todo sobre el origen del mundo, la respuesta de los mercados a los incentivos fiscales, la naturaleza del mal, las causas y los efectos de la homosexualidad, el efecto de las emisiones del CO2 y la relación entre el cáncer de páncreas y la exposición a ondas electromagnéticas no ionizantes.

Según un estudio reciente de Philip Fernbach, Todd Rogers y Craig Fox es posible que el extremismo en temas políticos y sociales esté causado por una ilusión de comprensión. Los participantes del estudio tenían que decir hasta qué punto estaban a favor o en contra de una serie medidas políticas, como imponer sanciones a Irán por su programa nuclear, atrasar la edad de jubilación o establecer un sistema de cuotas para la emisión de CO2. A continuación algunos de los participantes tenían que explicar cuáles eran los mecanismos por los que funcionarían esas políticas. Previsiblemente, esta pregunta obliga a los participantes a reconocer las lagunas en sus conocimientos sobre estos temas. Los resultados del estudio muestran que tras responder a estas preguntas, la postura de los participantes al final del experimento fue menos extrema que al principio.

A la luz de estos resultados parece seguro concluir que la radicalidad y el extremismo son fruto, al menos en parte, de una falsa sensación de entender cómo funcionan la sociedad y el mundo. El exorcismo podría ser sencillo: Hacer que la ignorancia salga del armario.

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Fernbach, P. M., Rogers, T., Fox, C. R., & Sloman, S. A. (2013). Political extremism is supported by an illusion of understanding. Psychological Science, 24, 939-946.

La generación privilegiada y el cerebro de Broca

En Octubre de 1978 Carl Sagan cerraba con estas palabras la introducción a su magnífico libro El cerebro de Broca.

Este libro se escribe poco antes -por lo menos, yo creo que pocos años o décadas antes- de que arranquemos del cosmos las respuestas a muchas de nuestras engorrosas y algo reverenciales interrogaciones sobre orígenes y destinos. Si antes no nos autodestruimos, buena parte de nosotros llegará a conocer las respuestas. Si hubiésemos nacido cincuenta años antes, hubiéramos podido maravillarnos, meditar y especular sobre los temas indicados, pero sin poder hacer nada por descifrarlos. Si naciéramos dentro de cincuenta anos, creo que ya se habrían descubierto los enigmas. Nuestros hijos conocerán y aprenderán las respuestas antes de que hayan tenido ni la menor posibilidad de formularse las preguntas. La época más exquisita, satisfactoria y estimulante para vivir es aquella en la que pasemos de la ignorancia al conocimiento de estas cuestiones fundamentales, la época en que comencemos maravillándonos y terminemos por comprender. Dentro de los 4.000 millones de años de historia de la vida sobre nuestro planeta, dentro de los 4 millones de años de historia de la familia humana, hay una sola generación privilegiada que podrá vivir este momento único de transición: la nuestra.

Al privilegio de vivir en una época tan emocionante yo le añadiría otro: haber tenido la fortuna de vivir después y no antes de que Carl Sagan escribiera sus libros.