Lo que siente un león africano hambriento cuando consigue por fin echar la zarpa sobre el muslo de una joven gacela debe parecerse a la sensación que tengo yo cuando, tras un paseo por la Plaza Nueva, vuelvo a casa con una joya para mi biblioteca. Hace pocas semanas tuve la gran suerte de encontrarme con un magnífico ejemplar de Los fenómenos fantásticos de la visión de Johannes Müller. A los jóvenes estudiantes de psicología probablemente no les suene el nombre. (Toda la culpa la tenemos los profesores de historia de la psicología, que desde la entrada en vigor de los nuevos planes de estudio poco o nada nos paramos a hablar de los autores que no estén en el top ten de nuestra disciplina. Nos dicen los que saben del tema que el mero conocimiento, la cultura y la curiosidad ya no son competencias.) Pero Müller es, sin duda, una figura clave en el nacimiento de la psicología científica, tal y como la entendemos hoy en día.
Los primeros psicólogos científicos se aliaron con la naciente fisiología y con la medicina para diferenciar a su disciplina de la anterior filosofía de la mente. Helmholtz, Weber, Wundt, James… todos ellos fueron formados como médicos o fisiólogos y entendían que una verdadera ciencia de la mente debía abordar los problemas clásicos de la filosofía del conocimiento, pero utilizando los métodos experimentales de la fisiología. Sin embargo, esta alianza entre psicología y fisiología era muy anterior a todos estos autores y se la debemos, entre otros, a Johannes Müller. Cuando aún faltaban cincuenta y tres años para que la Universidad de Leipzig reconociera oficialmente el primer laboratorio de psicología, Müller escribía ya en el prólogo de Los fenómenos fantásticos de la visión:
[L]a psique es tan sólo una forma particular de vida entre las diversas formas de ella que son objeto de la investigación fisiológica. […] La teoría de la vida de la psique […] es, por tanto, exclusivamente parte de de la fisiología. (p. 3)
Y por si quedaran dudas acerca del valor de esta aproximación fisiológica del estudio de la mente añade:
El autor aspira a que este trabajo contribuya a llevar la investigación psicológica, del estéril terreno de la llamada psicología empírica, y, por otra parte, de la especulación demasiado indolente y desfavorable, al fértil terreno propio de la vida. (p. 4)
Müller es conocido, sobre todo, por formular la llamada “teoría de la energía específica de los nervios”, cuyos elementos básicos pueden intuirse ya en esta obra de juventud publicada en 1826. Según esta teoría, la sensación que provoca un estímulo no depende tanto de las características del propio estímulo, como del nervio que se estimula. Normalmente, los ojos nos sirven para ver objetos luminosos. Pero si nos presionamos los globos oculares, no sólo notaremos la sensación táctil, sino que también veremos chiribitas. Por tanto, poco importa que un estímulo sea luminoso o táctil: si lo que se estimula es el nervio óptico, la sensación resultante siempre será visual. Por eso “vemos las estrellas” cada vez que nos golpeamos un ojo.
De la misma forma que cualquier estímulo externo que excite el nervio óptico termina produciendo una sensación visual, también existen estímulos internos que pueden provocarlas. Müller menciona, por ejemplo, como en estado de reposo el propio pulso, al estimular el globo ocular, puede provocar experiencias visuales. Y estas estimulaciones internas no tienen porque ceñirse sólo al ojo; también pueden afectar a partes más profundas del sentido de la visión, tales como el nervio óptico o las zonas del cerebro a las que llegan los estímulos visuales. Cualquier cosa que influya sobre esas partes del sistema nervioso, también debería provocar experiencias visuales.
Lo mismo da el modo que sea estimulado el ojo, bien sea por choque, golpe, presión, galvanización o por estímulos que le son transmitidos simpáticamente desde otros órganos, a todas estas causas […] siente el nervio de la luz su afección como sensación de luz, aun cuando se halle en reposo en la oscuridad. (p. 9)
Basándose en esta idea, Müller nos explica como las imágenes fantásticas que vemos cuando imaginamos algo o cuando soñamos (o cuando alguien sufre una alucinación) se deben a que otras partes del cerebro, que se encargan de la representación y el pensamiento, influyen por “simpatía” en partes más o menos internas del sentido de la visión.
Si los estados de aquellos órganos encargados de la representación y el pensamiento pueden ser transferidos por simpatía a la sustancia del sentido de la visión, entonces podrían estas afecciones del órgano encargado de la representación o la imaginación provocar en general en la sustancia del sentido de la visión tan sólo afectos de su naturaleza, es decir, fenómenos luminosos. […] Lo fantástico provoca en el órgano de la sensación de la luz y de los colores, como cualquier estímulo, tan sólo luz y colores. (p. 20)
La teoría de la energía específica de los nervios suponía que para entender las experiencias mentales no es suficiente con entender las propiedades físicas y químicas de los estímulos que las provocan. Se necesitaba una nueva ciencia encargada de explicar cómo funciona el sistema nervioso y cómo produce las sensaciones subjetivas y el pensamiento. Ese será precisamente el papel de la fisiología y de la “nueva” psicología. Müller será maestro, entre otros, de Emil du Bois-Reymond, Hermann von Helmholtz y Ernst Brücke, que a su vez serán los mentores de los tres grandes psicólogos que reconocemos como los padres de nuestra ciencia: Wundt, James y Freud.
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Müller, J. (1826/1946). Los fenómenos fantásticos de la visión. Madrid: Espasa-Calpe.
Muy interesante esta entrada. Si sigues contribuyendo así, con el mérito del desinterés que te acompaña, probablemente desarrollemos más conocimiento y adquiramos más competencias, ya que al final está en coherencia y orden con respecto lo que estudiamos. Se agradece sin duda!
Sin duda alguna, siendo maestro de los que fue, y por su aportación personal, su papel es muy relevante.
Muchas gracias, Mikel! Así da gusto! ;-)