Si Cupido no está, ni ha venido tan feliz con sus flechas de amor para ti, ni sus flechas van contigo donde quiera que tú vas, tranquilo. Estás de suerte. Las webs de encuentro han llegado para corregir lo que Dan Ariely ha calificado como el más estrepitoso error de mercado de las sociedades occidentales: miles de jóvenes (y no tan jóvenes) no consiguen encontrar una pareja con la que ser felices y comer perdices. Vamos, eso que en Vaya semanita, con algún que otro matiz, llamaban “el tema vasco”.
Las webs de encuentro pretenden ser una especie de Facebook para solteros en busca de pareja. Su formato se parece a veces a la web de un supermercado en la que en lugar de ver fotos de latas de tomate y salteados de verduras uno ve los perfiles de jóvenes y jóvenas vendiendo lo mejor de sí mismos. Dado que este formato recuerda más al marketing que al genuino romance, algunos han querido denostar a estos sitios de encuentro diciendo que macdonaldizan las relaciones sentimentales. Pero sería injusto tener únicamente en cuenta su lado más negativo sin embarcarse en una valoración más objetiva de sus pros y contras.
Este análisis detallado es precisamente lo que nos bridan Eli Finkel y sus colaboradores en una exhaustiva revisión que acaban de publicar en Psychological Science in the Public Interest. El balance que hacen estos autores de la potencialidad de estos servicios es relativamente positivo. Vienen a cubrir una necesidad real de nuestra sociedad occidental para la que las fórmulas más tradicionales no han conseguido dar con la solución perfecta. Sin embargo, los autores son extremadamente críticos con muchos de los mitos que alimentan estas webs y también con el procedimiento concreto que utilizan para mostrar información sobre parejas potenciales.
Por ejemplo, en su opinión la información personal que ofrecen los perfiles dejan mucho que desear y podrían ser mejorados. Casi todos los datos que son más valiosos para saber cómo de bien podemos llevarnos con alguien son cosas que o bien no se ven en un perfil o no sabemos valorar apropiadamente. En general, somos muy malos a la hora de seleccionar y analizar la información más relevante para decidir si algo se ajusta a nuestras preferencias. En esto, somos poco diferentes cuando vamos al supermercado y cuando buscamos pareja.
Navegar entre perfiles de parejas potenciales nos predispone además a adoptar una actitud evaluativa que puede interferir con el logro de nuestro verdadero objetivo. Si estamos muy preocupados por encontrar al mejor candidato posible, es probable que nos dediquemos más a examinar a las personas con las que contactamos que a disfrutar plenamente de esos encuentros. Y desde luego es difícil comprometerse con alguien si a uno le preocupa la posibilidad de que haya alguien mejor ahí fuera. En este sentido, las páginas de encuentros alimentan el mito de que todos tenemos una media naranja predestinada a nosotros, esperando en algún lugar. Se trata de una idea potencialmente dañina que propagan recurrentemente películas y novelas y que ahora difunden también estas webs. Por desgracia, la investigación muestra que las parejas que comparten esta creencia en el amor predestinado suelen tener peor pronóstico que las que opinan que el amor es algo que se construye poco a poco y no algo que estaba ahí esperando a ser descubierto.
Tal vez el mito que peor parado sale es el de que estas webs utilizan procedimientos científicamente validados para encontrar la mejor pareja para cada usuario. En muchas de estas páginas de encuentro se pide a los usuarios que rellenen varios formularios con todo tipo de información personal sobre ingresos, aficiones, o rasgos de personalidad. Algunas de ellas, incluso solicitan que el usuario les envíe una muestra de ADN. Según las webs esta información se analiza mediante algoritmos matemáticos que permiten encontrar parejas ideales para esa persona. Si todo esto te recuerda un poco a los yogures que activan las defensas y a las cremas hidratantes con el gen de la juventud, sí, estás en lo cierto. A día de hoy, la pretensión de que estas páginas utilizan procedimientos científicamente validados carece de todo respaldo.
Para empezar, estas páginas web casi nunca concretan en qué consisten esos algoritmos. Los guardan en secreto como la fórmula de la Coca-Cola o el código fuente de Windows. Incluso en el dudoso caso de que las propias empresas hagan estudios científicos serios para poner a prueba los algoritmos que utilizan, guardar los detalles del procedimiento en secreto impide que otros grupos de investigación repliquen esos estudios y confirmen sus conclusiones. El mismo hermetismo se aplica no sólo a la naturaleza de los algoritmos sino al tipo de estudios que se realizan para ponerlos a prueba y a los resultados de esas investigaciones, que casi nunca se publican en los canales habituales de comunicación científica. Los pocos estudios que sí se han publicado son investigaciones correlacionales que se limitan a indicar que los usuarios de alguna red de encuentro están más satisfechos con sus parejas que la población general. Estos estudios son interesantes pero no son prueba de ninguna relación causal: Los usuarios de una determinada web de encuentros se diferencian de la población general en muchas cosas y cualquiera de ellas podría ser la causa de su mayor satisfacción. Por no hablar de lo arriesgado que es esbozar conclusiones fuertes a partir de los resultados de uno o dos estudios no replicados.
Dado que los sitios de encuentro no facilitan información sobre los algoritmos que utilizan para emparejar a los usuarios, Finkel y sus colaboradores utilizan una estrategia alternativa para valorar su posible eficacia: revisan la literatura disponible sobre los principales factores que predicen la estabilidad en las relaciones de pareja y en base a esa literatura infieren cuál es el éxito mayor que se puede tener al predecir el éxito de una pareja en base a la información que recogen las webs de encuentro. Las conclusiones de este análisis no pueden ser más claras: la información que solicitan estas páginas puede servir únicamente para eliminar a algunos candidatos que serían muy malos compañeros para cualquier persona, pero poco más. Los datos que serían más valiosos para predecir el éxito de una pareja (información sobre cómo interactúan o sobre cómo hacen frente a la adversidad) sencillamente no pueden registrarse antes de que la pareja se conozca. Los datos individuales de cada miembro de la pareja, que sí pueden registrarse antes de que se produzca el primer contacto, son también predictores del posible futuro de esa pareja, pero explican un porcentaje muy pequeño de la varianza (en torno al 5%). Las garantías de éxito de las que hacen gala muchos sitios de encuentro son completamente desmedidas si esta es toda la información con la que pueden trabajan.
En cualquier caso, las celestinas, casamenteras y alcahuetas harían bien en ir poniéndose al día. Saber algo de diseño de páginas web y tener registrado un dominio con sex appeal se perfilan como requisitos indispensables para mantenerse en el negocio del amor.
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“Dan Ariely ha calificado como el más estrepitoso error de mercado de las sociedades occidentales: miles de jóvenes (y no tan jóvenes) no consiguen encontrar una pareja con la que ser felices y comer perdices.”
¿Y la psicología no puede aportar nada para ayudar en un aspecto tan importante de la vida de las personas? ¿No sería interesante abrir una linea de investigación en este sentido? Las técnicas utilizadas en terapia de la conducta podrían seguramente ayudar…
Lo cierto es que leyendo el artículo de Finkel uno se da cuenta de que se sabe mucho sobre el tema, solo que al parecer todo ese conocimiento no ha “calado” en la forma en la que funcionan estas webs. En otras palabras, al parecer sí que se sabe qué datos ayudan a predecir si una pareja tendrá éxito o no, pero no es el tipo de datos por el que se pregunta en estas webs (entre otras cosas porque es muy difícil tener esos datos antes de que la pareja se conozca). Quién sabe si con el tiempo…
¡Eso es! Se sabe mucho a nivel teórico, pero, y a nivel práctico hasta cierto punto, pero…¿alguien se ha puesto manos a la obra para hacer que esos conocimientos lleguen al usuario de forma práctica? Si hoy uno va a una consulta por ejemplo en Bilbao, y le decimos al psicólogo que nos ayude a encontrar una pareja, ¿sería capaz de ayudarnos y asesorarnos correctamente? ¿Tendría en cuenta la investigación más reciente sobre el tema?¿Se lo tomaría con la suficiente seriedad?
Otra pregunta…si un equipo de psicólogos desarrollase alguna forma de intervención para mejorar algo la vida sentimental de la gente, y funcionara ¿tendría demanda social el servicio?
Tengo la impresión que existe un cierto vacío en este campo, y que se podría cubrir con relativa facilidad en gran parte mediante el uso de muchas de las técnicas que ya se conocen para solucionar otro tipo de problemas.
La verdad es que no tengo ni idea de cómo funciona el gremio de los terapeutas de pareja. Quiero pensar que muchos de ellos sí que conocerán bien esta literatura y que se preocuparán por estar al día con la investigación empírica. Pero seguro que hay de todo, verdad? El problema es que el usuario final no tiene forma fácil de comprobar si las recomendaciones que le hacen los profesionales se basan en la ciencia o en el sentido común…
Bueno, lo de la terapia de pareja seguramente funciona bien. Por lo menos hay desarrollos que mejoran en cierta medida la relación de la pareja aunque con matices, y los terapeútas de la conducta tienen de forma sencilla formación a su alcance al respecto.
Me refiero más bien a la idea de estas páginas o no necesariamente la idea exactamente. La verdad es que el asunto da para comentar más detenidamente que en un comentario. Imaginemos que un chico no encuentra pareja o no una con la que ser feliz. Es decir, siendo el problema el de encontrar una pareja, ¿que soluciones ofrece la psicología? Hasta donde yo sé existen algunas, pero tengo la impresión de que son poco conocidas y no muy eficaces, y probablemente mejorarían si se aprovecharan gran parte de investigaciones que se pasan por alto en el diseño de las soluciones.
Por otra parte hay un mercado que despachan coach o psicólogos, o páginas de este tipo, sin ofrecer servicios con la calidad científica que debería a mi modo de ver. El artículo muestra una crítica acertada sobre lo que comento. El tema mueve dinero, hay demanda, hay gente que tiene un problema, y las soluciones que se les ofrecen no tienen la calidad científica que sería deseable.
Cupido y las flechas no dan ni por asomo,lo que pretenden dar, la cantidad de redes sociales para encontrar la pareja ¡¡¡perfecta¡¡¡??? .lo dudo y bastante,30 años de vida conyugal,separada y aun no conozco realmente como fue para mi esa persona.Claro no todos tenemos las mismas esperiencias.Todo depende del interes pero de eso hay poco.la pª vez estupendo,2ªvamos a ver?
3ªdisculpa pero¡¡¡¡ en fin q todavia la formula no funciona.